3.22.2007

La Razón


Debo confesar que realizar este ejercicio me fue difícil; el motivo porque a pesar de que estoy consciente de que no siempre tengo razón me resulta todo un reto admitir lo contrario. Por supuesto hago lo que sea necesario para probar que siempre estoy en lo correcto. Pero ¿quién decide qué es lo correcto? Cuestión de enfoques. Cabe señalar que cuando creo estar en lo correcto presento pruebas que lo demuestran. Si Mike estuviése presente preguntaría: “Why do you have to be always, right? Y cada vez que tengo la oportunidad de probarlo sólo levanto de hombros y me retiro del lugar, triunfante.

Por otro lado, mi papá siempre dice que no es que esté en lo correcto sino que quiero “hacer mi santa voluntad” y creo que él es quien tiene razón. No tengo hermanas y en mi familia al ser la única “mujercita” de alguna manera me vinculaban a la parte débil de la familia y creo que con el “afán” de complacerme me concedían la gloriosa satisfacción de tener siempre la razón. Ahora mismo lo hago, trato de justificarme para probar que lo que digo es cierto.

Podría escribir un libro de situaciones en las que me he esforzado por tener la razón. Después de analizarlo por minutos, horas, días; llegué a la conclusión de que vinculo el hecho de estar en lo correcto con otros factores: probablemente con la necesidad de probar que por el hecho de ser mujer no significa que soy débil y que además tengo el derecho y la capacidad de expresar lo que pienso “and at the same time, make my point”. Es decir, que a pesar de que “mi razón” no es universal, tiene sentido. O soy simplemente terca.

Claro que no siempre tengo la oportunidad de llegar al punto de demostrar que tengo la razón y para muestra mis clases sabatinas, en donde no matter what, Eduardo is always, right…!!

Recuerdo que en varias ocasiones, Daniel, un puertorriqueño a quien deliberadamente llamaba “el recogido”, por obvias razones, y porque cada vez que se presentaba la oportunidad tachaba a cuanto mexicano tenía frente a él de wet back; criticó el programa de educación mexicano cuando mencionaba la existencia de 5 continentes. “Chacha” dijo, de geografía tú no sabes, son 7 continentes y me explicó como se dividían; después de una acalorada discusión entre hispanos, me fui a mi casa en donde pasé dos horas sumergida en google de donde imprimí 40 páginas en las que se hablaba de la existencia de 5 continentes así como una lista de los países que los dividían a su antojo. Dejo a su imaginación el término de la historia.

Silvia y los blogs son otro rollo; cuando inicié mi proyecto de tesis sobre Weblogs después de meses de investigación tuve la oportunidad de hablarlo con ella, recuerdo que pasaba unos días en su casa porque nos habíamos inscrito en la Bienal de Comunicación en el Tec de Monterrey Campus Estado de México; cuando regresábamos a su casa después de una larga jornada de mesas redondas, conferencias e intercambio de opiniones con periodistas latinos se me ocurre tocar el tema; minutos más tarde tuve que suplicar que lo dejáramos de lado porque Silvia iba al volante y estaba a punto de arrojarme del auto en movimiento. Hasta ahora las dos evitamos tocar el tema y cuando se mencionan las benditas bitácoras las dos sólo sonreímos.

Cuando inicié mis labores en la empresa para la cual trabajo actualmente, debido a mi rápido ascenso en la misma, fui objeto de críticas y comentarios que hasta hoy no han quedado atrás y tuve que enfrentarme a un sinnúmero de “machos” que no aceptaban ser superados por una “vieja” pero mi “terquedad” y la lucha por demostrar que las mujeres podemos manejar ciertas situaciones igual o mejor que los hombres me ayudó a probar en repetidas ocasiones que siempre tengo la razón con documento en mano.

A pesar de que en infinidad de situaciones hice todo lo humanamente posible por universalizar mi razón, aprendí que existen momentos en los que aunque muero de ganas por demostrar que alguien no está en lo correcto antes que ponerlos en evidencia, es mejor guardar silencio y así les brindo la oportunidad de ser ellos mismos quienes acepten que se han equivocado.


SER CONCIENTES QUE PODEMOS SER CONCIENTES


Los filósofos antiguos filosofaban sobre el mundo discutiendo sobre la naturaleza de las cosas, sobre qué son los cambios, sobre qué sustancias componen la materia, etc., pero no se daban cuenta de que todas sus disquisiciones, por sutiles que pudieran llegar a ser, partían de muchos supuestos que en ningún momento se detenían a analizar.

Descartes comprendió que cualquiera de los hechos que damos por supuestos sobre el mundo podrían estar equivocados, o ser un dogma introducido subrepticiamente en nuestro modelo racional del mundo, por lo cual se impone revisar sistemáticamente todos estos hechos que a menudo se aceptan como producto del "sentido común".

Por otra parte, tenemos indicios empíricos de que los producto que me proporcionan mi entendimiento y mi razón surgen como resultado de unos procesos que se realizan habitualmente sin que mi conciencia tenga conocimiento de ellos, aunque a veces somos conscientes de parte del proceso. Cuando razonamos, también somos conscientes de parte del proceso heurístico que seguimos, pero a menudo nos llegan ideas a la conciencia que no están vinculadas con ninguna idea precedente y no tenemos conciencia del proceso que las ha introducido en nuestra conciencia.

Yo existo como ser consciente, es decir, como una conciencia en la que se integran percepciones y pensamientos.
* Yo tengo entendimiento, lo que significa que, junto con las percepciones de las que soy consciente, soy consciente también de una interpretación de las mismas, que me proporciona unas representaciones a las que llamo experiencias.
* Del mismo modo que, a través de mis experiencias puedo recabar información sobre un sinnúmero de cosas, situaciones, y otros fenómenos, también puedo experimentar sobre lo que sucede en mi conciencia y, del mismo modo que la información que mi experiencia me proporciona sobre las cosas la asocio al concepto empírico de objeto mismo, la información empírica que obtengo sobre mi conciencia la asocio al concepto empírico de "mi mente".
* Estoy legitimado para hacer afirmaciones trascendentales, dado que éstas, aunque no son identidades lógicas, no pueden ser falsas porque, por el mero hecho de ser consciente de mí mismo, no puedo concebir alternativas.